Libro I-Áptilun

Capítulo 1- Copos gemelos

Retazos de cielo caían desde las alturas. Donde antes se alzaban extrañas y elegantes figuras esculpidas en cristal, ahora solo se veían vidrios rotos... De un filo abrasador. Pero sus pies seguían corriendo; el dolor lo había dejado atrás cuando la angustia y la desesperación se hicieron dueños de su corazón. Pero sabía qué hacer. Y daría su vida por ello.

El niño que llevaba en sus brazos no paraba de llorar, solo el llanto daba señales de su existencia en aquel extraño sueño y aún así... había algo en él que a Christian le parecía familiar. Demasiado familiar. Poco a poco aquella pesadilla fue tomando forma, el réquiem de la batalla se alzaba respaldado por el coro de agonía y furia, de desesperación y valor. El aire comenzó a estar enrarecido mientras aquella mujer susurraba algo en un idioma bizarro, como si una melodía arcana y olvidada brotara de sus labios, cuando una espada se alzó ante ellos. Y despertó.

Quiso gritar, pero no pudo. Sus músculos no respondieron, solo su respiración agitada y sus latidos le hacían ver que estaba vivo. Que solo había sido un sueño, o mejor dicho una pesadilla muy real... Dos lágrimas se escaparon formando un pequeño surco en sus agitadas mejillas mientras su mirada volvía de aquella historia. Lentamente se reincorporó trastornado y fue a beber agua. Nunca había sido tan real, tan vívido y aquella espada... Por primera vez podía describirla:

Su empuñadura era negra, como si estuviera hecha de un azabache formado en el mismo corazón de la Tierra. Poseía una sola joya, una esfera destrozada de una belleza indescriptible que transmitía a la misma vez esperanza y locura... con una forma que, por alguna razón le recordaba a un alma rota. Pero no acababa ahí, la empuñadura se bifurcaba en dos, como si junto a la hoja formara una cruz. Una serpiente la rodeaba, como si de un mineral sublimado se tratase, dotando a esta de una realidad psíquica tremenda. Por último, del hueco que se formaba entre las bifurcaciones y el tronco inicial dos alas hechas de luz intentaban evadirse mientras unas cadenas oscuras parecían tragárselas. Y después estaba el filo.

Una hoja que tenía grabadas unos caracteres que ni siquiera pudo reconocer. De un metal tan brillante y puro que no parecía real. No, lo único real que transmitía era la muerte reflejada en ese espejo que atravesaba sueños rotos...

Eran las cinco de la madrugada y apenas había dormido por los nervios. Era su primer día en aquel lugar y no conocía a nadie. Esperaba conocer a buenos amigos pronto y adaptarse, aunque en el fondo no lo creía. Jamás había estado más de seis meses en un mismo lugar por el trabajo de su madre y no era un niño muy extrovertido... Pero ya era hora de espabilar. Iba a empezar la E.S.O., ya no era un crío. O eso pensaba en aquel momento....