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martes, 12 de mayo de 2015

Sinergia-Capítulo I

Capítulo I-Sueños


Envuelto en la oscuridad, abrí los ojos y contemplé sin ver, que en realidad a mi alrededor no había nada: ni un soplo de brisa, ni un atisbo de luz… ni de oscuridad, solo vacío. Miles de preguntas empezaron a surgir, pero antes de poder tomar forma unos ojos tan profundos como la muerte y tan hermosos y atrayentes como la vida aparecieron en ese mar de desolación.  Su extraño brillo y su color morado como las amatistas hizo que nada más importase en ese bizarro lugar, y como si hubieran percibido mi interés empezaron a susurrar una frase que entonces no comprendería, pero que llevaría grabada a fuego el resto de mi vida: La verdad será revelada...

De repente sentí como un chorro de agua helada me empapaba y pegué un salto de la cama.  De mi flequillo castaño caían gotas como si se tratara del más divertido entretenimiento mientras que mis largas pestañas evitaban que entraran como punto final en esos ojos color miel que había heredado de mi abuelo y que tanto expresaban. Con ellos le intentaba echar una mirada asesina sin mucho éxito al culpable: mi querido y socarrón padre mientras me secaba mi pelo largo con una toalla y trataba que no viera como sonreía entre divertido y cabreado por los acontecimientos. Sin embargo lo peor no era eso, sino que ni siquiera podía decirle nada porque los dichos los tomaba al pie de la letra y a pesar de mis argumentos como: “se suele decir que los dichos los usan las personas ingenuas” me decía que: “si uso un dicho en contra de los mismos no tiene lógica” y así sigo. Pero retomemos mi “pacífico” despertar:

—¡Bestia! ¿No tenías otra forma de despertarme?—le dije algo fastidiado y somnoliento aún.

—¡Je! Tú te lo has buscado: llevo media hora intentando despertarte chaval así que ya sabes, te advertí que si te dormías lo haría y el que avisa no es traidor—me dijo mientras me ponía el despertador en frente.


Suspiré contrariado, ¿media hora?*Imposible* pensé, hubiera sonado el despertador y… ¡y llegaba tardísimo! Eran las menos cinco y ni siquiera estaba vestido. Cogí lo primero que vi, me vestí y en dos minutos ya me estaba lavando los dientes *me temo que hoy no desayuno* pensé mientras terminaba. Tomé la cartera y me lancé decidido hacia la puerta pero mi padre me paró en seco tostada en mano:

—El desayuno es la comida más importante del día así que o comes, O COMES—me dijo con su típica mirada de decreto-ley.

—Bfueno, bfueno— le dije con la tostada en la boca- fa me foy.

Y eché a correr como si mi vida fuera en ello. Cualquiera que me hubiese visto por la calle hubiera pensado que estaba loco ya que no era tan tarde cuando salí de mi casa y mi profesor de filosofía solía retrasarse dos o tres minutos. No, el problema era que una nueva alumna llegaba ese día y evidentemente tenía curiosidad de saber cómo iba a ser, a lo que me diréis ¿y qué tiene que ver una cosa con otra? Fácil, la hora y el modo en que llegas al instituto dice mucho de ti: si llegas sobrado/a de tiempo eres responsable, o eso, o no has hecho los deberes y los haces los 5 minutos antes, si llegas justo corriendo es que eres responsable pero despistado/a, si llegas justo pero normalito eres controlador/a, etc. Aunque como es lógico esto no tiene por que ser así, suele cumplirse. Yo, como ya habréis adivinado, soy de los que llegan justo casi corriendo todo el trayecto, mientras pienso en exámenes próximos. Aún así ese día era distinto, estaba lo de la chica y además ese sueño tan raro… Por la tarde buscaría algo por internet a ver qué aparecía.

Durante mi maratón diario matutino me di cuenta de que me hubiera gustado hacerlo andando, tranquilo, por una vez. Aquella mañana parecía envuelta por un halo especial; el viento, aunque algo frío, jugaba con mi pelo aún húmedo y te susurraba al oído que aún no había amanecido. Era de esos días en los que el invierno está tan próximo que hasta a las aves se les olvida cantar por la mañana y la luna se resiste a irse sin más. Y así iba mirando aún a una luna que se mezclaba con los matices anaranjados de un nuevo día cuando me fijé en un hombre pelirrojo, alto, con una musculatura desarrollada de horas de entrenamiento diario y unas gafas de sol oscuras que resaltaban sobre su piel blanca e inmaculada de imperfecciones. Aquel hombre se giró y nos miramos el uno al otro, yo con curiosidad y algo de admiración, él, bueno no lo sé llevaba gafas de sol. Pero algo me decía que sus ojos tampoco me hubieran revelado nada.

La campana que marcaba el inicio de las clases me sacó de mi ensoñación y seguí corriendo sin poder pensar en nada. Al fin llegué pero resultó que la puerta estaba cerrada con lo que llamé y pedí permiso para entrar. Un sí despreocupado de mi profesor de filosofía me llegó mientras pasaba lista. Todo parecía inusualmente ordinario, como si nada cambiase desde hacía demasiado en esa aula. Pero cuando comencé a caminar y me dirigía a ocupar mi sitio al lado de Jack algo, o mejor dicho alguien, me hizo parar en seco un segundo debido a que me bloqueó al instante: la nueva chica había llegado y estaba sentada en primera fila. Era alta con un pelo del color del oro viejo recogido por un lirio blanco en una coleta de lado y con un flequillo que casi le tapaba el ojo derecho y aún así se veía perfectamente su color: era de un morado intenso y brillante igual que en mi sueño. Rápidamente mis reflejos reaccionaron y tras el cruce de miradas me senté dos filas por detrás mientras mi compañero me echaba una mirada malvada que ignoré. *¿Qué me pasa hoy?* Me pregunté contrariado. Durante la hora de filosofía participé activamente con argumentos a algunas teorías que nos iba explicando el profesor de las cuales nos preguntaba como era costumbre y así conseguí retomar mi ritmo normal. Ella no hablaba, había permanecido en silencio, expectante como analizando la situación y de repente mientras discutíamos las teorías de la verdad ella levantó la mano esperando turno y dijo:

—Pero, ¿cómo saber si lo que creemos por verdad es en realidad falso?

El profesor se quedó mirándola con los ojos abiertos mientras meditaba una respuesta. Todos nos callamos esperándola: normalmente no pensaba más de dos segundos para decir algo ya que además de ser veterano, le gustaba la filosofía y solía encontrar la respuesta rápido, lo que convertía esta en interesante. Tocó el timbre y sin respuesta se fue diciendo que el próximo día la resolvería. Como era de esperar se formó un cúmulo de gente en torno a ella tanto por lo que acababa de hacer como por ser la nueva y empezaron a hacerle las típicas preguntas: “¿de dónde vienes?” “¿Eres de aquí?” “¿Cuántos años tienes?” Cuando acabó por contestar las básicas, dijo en voz alta:

—Vivo en la calle San Juan nº5 y como mi tío no está pensaba dar una fiesta para que me conozcáis- y de repente se giró a mí con una mirada que no admitía excusas— espero que podáis venir.

Tardé algo en reaccionar, ¿esa mirada iba dirigida a mí? Era muy improbable así que seguí preparando los libros para la siguiente hora cuando mi amigo Jack me dio un golpe en el hombro y me dijo:

—No nos la podemos perder, ¡la tía está como un tren!— me dijo con su típica mirada de niño pequeño que quiere un juguete nuevo.

—Puf, tío tu siempre pensando en lo mismo ¿no cambiarás nunca verdad?—le dije tras un suspiro de resignación— pero vale, iremos, puede ser interesante.

Esto último lo dije sin pensar, fue una respuesta instintiva y me intimidó, no solía soltar lo primero que me venía a la cabeza.

El día acabó con la normalidad que podía comprender esta serie de sucesos y llegó el sábado. Por alguna extraña razón a mis padres no les pareció mal lo de la fiesta y me dejaron más tiempo que el de costumbre. Además, en el lenguaje de los sueños de algunas páginas de internet mi sueño significaba que tendría éxito con lo que me proponía hacer, que tengo conocimiento de mi inteligencia y lo verdaderamente aterrador: que alcanzaría la verdad… Pero al fin y al cabo ¿te puedes fiar de lo que pone la gente por internet?

Eran las nueve y media, Jack y yo nos encontramos en el lugar acordado para ir juntos a la casa de Serah, la chica nueva. Jack como siempre que quería llamar la atención de las personas de la fiesta o de alguien en concreto, vestía una camisa roja como las rosas con los puños con filones negros azabache, unos vaqueros oscuros y algo rasgados que le daban un aire impersonal y atrayente y unas zapatillas de nike oscuras. Pero por su puesto lo que realmente lo distinguía era su porte atlético, su pelo rubio corto como el trigo en época de cosecha que parecía mojado por la gomina que usaba, sus ojos color miel y su sonrisa blanca, aunque pura no sería un buen adjetivo para definirla. Sin embargo el que se sorprendió fue él al verme. Normalmente no solía importarme demasiado mi ropa y me ponía lo primero que encontraba en mi armario. Pero esta vez era distinto. Mi camisa azul de cuadros que alternaba sus gamas de una singular manera conjuntaba con el negro de mis vaqueros lisos y mis convers. Además llevaba una pulsera de cuero negro y por supuesto, mi anillo. Un anillo que jamás me quitaba, ni siquiera para dormir.

Extrañado, Jack me miró de arriba a abajo y  levantó el pulgar casi gritando
—¡Así me gusta tío! Si quieres esta noche te enseño un par de trucos.

Yo no pude evitar reírme— No ha sido por nada en particular Jack... Es solo que hoy me apetecía arreglarme más...— dije pensando en lo extraño que resultaba todo lo que estaba ocurriendo en su conjunto.

Pero mi respuesta no pareció convencer a Jack, que me empezó a hablar de técnicas y maneras de ligar, y  entre risas y barbaridades llegamos a la casa de nuestra anfitriona. Eran las diez cuando llamamos a su puerta y nos abrió con una sonrisa, pero al verme a mí un atisbo de “lo sabía” brilló en sus impresionantes ojos. Tenía que reconocer que no parecía una chica de nuestra edad. Un vestido negro como la noche más cerrada le ceñía sus curvas llegando hasta su hombro derecho dejando el contrario al descubierto. Un bonito corte desigual descubría algo más una de sus piernas que la otra que llevaba cubiertas por unas medias con unas excéntricas flores negras. Se erguía sobre unos tacones oscuros como las intenciones de mi pícaro amigo que parecían querer subir más allá de sus tobillos como unas enredaderas y sobre su cintura un cinturón en forma de espiga dorada descansaba sobre ella. Lo que no parecía haber cambiado era su lirio blanco que siempre lo llevaba en cualquier peinado, aunque aquella vez sujetaba una coleta de lado. Del mismo modo del día que nos conocimos.
Tras los dos besos de saludo mi amigo intentó ligar con ella como le era costumbre, pero algo me decía que no lo iba a conseguir esta vez:

—¡Qué guapa estás! Y yo que pensaba esta mañana que no podías estarlo más…— le dijo mientras sus ojos se tornaban atrayentes con una pizca de inocencia.

—Gracias— le contestó en un tono demasiado cortés— sin embargo si lo que quieres es ligar búscate a otra—terminó como despedida mientras me cogía de la mano y me llevaba a la parte superior de su casa donde apenas había gente.

Yo no sabía lo que hacer, así que miré a Jack como disculpa mientras seguía a Serah. ¿Qué podía querer de mi alguien como ella? Me pregunté. Jack normalmente solía gustarle a las chicas, y yo nunca había destacado más que él... De repente me vino el sueño, el maldito sueño a la cabeza. Una vez solos me miró expectante y viendo que el silencio se mantenía me dijo sorprendida:
—¿Acaso no tienes ninguna pregunta, Edward?

Ah sí, mi nombre es Edward Trutheart, siento no haberme presentado con antelación. Pero sigamos con la historia.

Me quedé mirando esos ojos tan familiares, ¿podría ser posible? No, era ilógico, pero sin embargo ella parecía tan confiada…

—Te parecerá la típica frase de ligar pero te aseguro que no es así— tomé una pausa intentando coger fuerzas— ¿nos hemos visto alguna vez en un sueño?— le dije cada vez más seguro de que era una locura lo que acababa de decir.

Sonrió como si esa pregunta le pareciera demasiado evidente y tras un suspiro, se echó el flequillo para atrás y mirándome a los ojos me preguntó:

—¿No prefieres saber el significado de la frase? Pensaba que aspirabas a más, Trutheart— me dijo mientras mantenía una pose que dejaba ver que lo que dijera a continuación sería decisivo.

Yo no podía hablar, ¿cómo lo había conseguido? ¿Era acaso una especie de bruja? La situación era tan inverosímil, ¿y por qué yo? Eran demasiadas preguntas…

—A las dos de la madrugada reúnete conmigo aquí— me dijo cortando ese flujo de preguntas— Si quieres encontrar respuestas a tus preguntas, claro…

De repente salió de la habitación y me dejó solo. Tras serenarme un poco yo también bajé e intenté parecer normal, aunque tras un interrogatorio de Jack al que le dejé muy claro que no había pasado arriba y con el que no logré convencer, miré mi vaso aburrido ante todo lo que me estaba pasando a mi alrededor, abrumado por todo lo que había ocurrido y por todo lo que parecía estar a punto de suceder. Entonces, Elisabeth vino conmigo y con una voz despreocupada y jovial me dijo:

—Qué, ¿cómo llevas la fiesta?— me preguntó con una mirada que a pesar de la voz dejaba en evidencia que estaba intranquila por mi apariencia.

—Bien, bien, habré cenado algo que me ha sentado mal, eso es todo— le contesté sin darle importancia.

—Mmm de acuerdo pero si necesitas algo avísame ¿vale?— me dijo sonriente.

Le asentí y me di cuenta cómo Serah estaba triunfando: no solo la fiesta era impresionante, sino que también parecía una encargada de relaciones públicas, hablando con un grupo tras otro y encajando tan bien dentro de todos… Después comprendería por qué lo hacía, pero aún es temprano para desvelarlo.
Yo seguía pensando en todo lo que había ocurrido cuando Marguerite me cogió para ponernos a bailar en mitad de la habitación. Sonreí, ella siempre era tan divertida y tan despreocupada para todo, parecía que le daba igual que ocurriera. He de admitir que en ese momento sentí un poco de envidia pero me dejé llevar y al cabo de diez minutos ya se había ido a otro lado armando follón. Me reí para mis adentros y pensé “nunca cambiará” mientras me iba al mismo sitio de antes y seguía observando y pensando. Sin embargo mis pensamientos no llegaron muy lejos porque Marc llegó y me empezó a hablar de esa manera algo narcisista, tan propia de un hijo único de familia rica al que nunca se le ha negado nada:

—¡Vaya fiesta! ¿Verdad? Me recuerda a cuando fui a Ibiza el verano pasado, aquello sí que era pasárselo bien. Aún así cuando no estén mis padres en casa voy a montar una… ¡tienes que venir!— me dijo dando aquello por hecho.

—Claro, ¡como para perdérsela!—le contesté más por ser amable que por una verdadera ilusión.

Y tal como vino se fue por otro lado predicando lo de su próxima fiesta. De repente Alice vino con su típica pose de soy-guapa-lo-sé-y-me-lo-creo y me dijo con la voz que usaba para sacar lo que quería de alguien:

—¿Qué te pasa? Te veo raro, ¿es por Serah? Dímelo, ya sabes que puedes confiar en mi…—me acarició una mejilla— por cierto, ¿estás haciendo deporte? Te noto más fuerte…

—No me pasa nada Alice simplemente he comido algo que no me ha sentado bien— le dije mientras le apartaba la mano.

—¡Bah! Siempre has sido un soso Edward—y se fue con una mueca en sus labios pintados de un carmín tan llamativo como su estar.

Después de esto no ocurrió nada a destacar: la gente bailaba, bebía, se divertía… Poco a poco la casa se fue vaciando, hasta solo quedar un grupo reducido. Miré mi reloj y me di cuenta de que eran las dos. Suspiré nervioso, ¿estaba preparado para lo que me iba a decir? ¿Era posible lo que me estaba pasando? No lo sabría hasta que no subiera me dije.
Así que cuando subí las escaleras me encontré con una Serah completamente seria y enigmática:

—Llegas tarde— me dijo mientras se levantaba y me cogía de la mano para llevarme a otras escaleras que parecían dar al sótano superior de la casa.
Sin embargo yo no estaba dispuesto a seguirla porque sí esta vez, así que le obligué a parar y le pregunté:

—¿Qué está pasando, Serah? ¿Qué quieres de mí?—le dije algo furioso— Si no me lo dices no me moveré de aquí.

Ella me dirigió una mirada severa y de forma tajante contestó:

—Para eso tienes que seguirme, ¿o acaso tienes miedo?

Sí, lo tenía, pero como es evidente no iba a decírselo. Enfurruñado la seguí a través de esas escaleras que daban a un sótano oscuro. No se veía nada, apenas se distinguían unas siluetas más allá de nuestra posición. Me giré para decirle que me iba a ir cuando encendió la luz. Hubiera preferido estar a oscuras lo que quedaba de noche. Ante mí, se encontrada una grandísima sala que no parecía tener fin de la que nos separaba a Serah y a mí un cristal que abarcaba la pared completa y que se tornaba algo bizarro para mi punto de vista.

—Te encuentras ante una sala que te mostrará la verdad de nuestro mundo, nuestra sociedad— y tras una pausa que añadía dramatismo me miró de manera intensa y me dijo— ¿Estás preparado para saber lo que ocurrirá, para saber la verdad?

De repente las luces se apagaron y la esfera en la que estábamos empezó a moverse.  Sin ser capaz de decir ni hacer nada simplemente me quedé esperando a que algo ocurriera. Y vaya si ocurrió. Unos segundos después un reino hermoso apareció ante nosotros *¿Cómo es posible, tan grande era la sala?* pensé confuso. Maravillado empecé a fijarme en los detalles: edificios magníficos se alzaban ante mi vista con unos acabados arquitectónicos dignos de ser alabados por Dalí con colores tan vivos y llamativos que era imposible no fijarse en ellos. Además, cada uno era distinto, cada uno poseía una personalidad, un ambiente, un ser diferente. Asimismo, eran de última generación y a pesar de esto, convivían perfectamente con toda la vegetación que cubría el reino: desde rosas tan rojas como la sangre, hasta lirios tan oscuros como los pecados capitales. No podía dejar de mirar el entorno, todo me maravillaba hasta que la cúpula en la que estábamos paró de golpe. Serah, por su parte me señaló una habitación a la que puse especial atención y comenzó a hablar de esa manera tan enigmática que tienen los cuentacuentos:
—En este reino gobiernan cinco humanos, cada uno de ellos representa una parte de su sociedad que le ha dado el poder para ser sus monarcas. Como consejo, se reúnen de manera periódica para decidir los asuntos del reino. Pero, por alguna extraña razón sus predecesores murieron en unas condiciones poco comunes y no se pudo determinar el por qué. Ahora ellos son los que llevan el reino-y, tras decir esto, la esfera en la que estábamos traspasó la pared y nos encontramos en esa habitación que me había señalado.

Estaba llena de mosaicos y telares preciosos con símbolos que supuse a cada parte de la sociedad. Sin embargo a la larga parecían un poco macabros, extraños y sin razón aparente algo dentro de mí me dijo que eran peligrosos. Seguí mirando al resto de la sala y me paré a fijarme en los elegidos de aquella sociedad que se me tornaba espectacular: eran Jack, Marguerite, Elisabeth, Marc y Alice. Mis ojos no daban crédito a lo que veían, ¡eran mis amigos! ¿Qué hacían allí? Tras reponerme del susto, le iba a arremeter con mil preguntas a Serah cuando siguió relatando la historia de aquel extraño lugar:

—Muchos candidatos subieron al trono esperando ser los mejores y suponiendo que mejorarían la sociedad sin importar la recompensa. Pero estos eran distintos, eran humanos. Movidos cada uno por su propia naturaleza, estos seres comprendieron los fallos en vez de los aciertos, los errores en vez de los dones, los pecados en vez de las virtudes que poseían cada una de las partes de la sociedad y gracias a esto, están en el poder. Ahora debaten qué es lo que deben hacer, pero les resulta imposible: mientras que unos proponen algo el resto se opone a pesar de que uno de ellos, una voz que nadie escucha ya, intenta ponerles de acuerdo. Por esto tras horas de reunión se marchan esperando alzarse con la victoria nuevamente. Como sea.


La pequeña sala que nos mantenía flotando en aquel vívido sueño se movió en busca de los soberanos, aunque mi mente seguía pensando que todo era una especie de película. Y me equivocaba.

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